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No es sólo, ¿Qué mundo vamos a dejarle a nuestros hijos?, sino, ¿Qúe hijos vamos a dejarle a nuestro

  • Tony Guerra
  • 25 sept 2017
  • 5 Min. de lectura

La responsabilidad paternal es una de las más grandes que podemos aceptar. Nos lanza a un proyecto de vida para el que, muchas veces, no estamos plenamente preparados. La mayoría de los padres llegan a estados de frustración considerables puesto que, al parecer, todas las herramientas que conocen no funcionan para construir una relación oportuna y constructiva con sus hijos y se remiten al regaño, a las amenazas, incluso a la violencia, en aras de disciplinar o corregir a los niños. Esto, con el tiempo, gasta y daña las relaciones, llegando, en algunas ocasiones, a causar un rompimiento absoluto entre padres e hijos.

Muchos padres, actualmente, viven la crianza como un proceso de eliminación del dolor: no quieren ver a sus hijos sufrir y hacen todo cuanto pueden para evitar que hasta el aire los moleste. En el afán de lograr que “tengan todo lo que ellos no tuvieron”, los padres educan de modo tal que generan una burbuja alrededor de sus hijos, burbuja que, tarde o temprano y aún si parece muy sólida, reventará.

Existe una serie de factores que afectan, directa o indirectamente, a los padres, a los hijos, a la pareja y, en general, a las familias, sean éstas de conformación tradicional o no. ¡No está fácil! Hay confusión, temor, duda, incertidumbre. Han surgido tantas teorías, tantos caminos por tomar que ya no sabemos hacia dónde ir. Estos factores incluyen:

  1. La celeridad de las comunicaciones actualmente nos permite que el mundo entero llegue a nuestros hogares, a nuestra cabeza y que nos conecte unos con otros permanentemente. Accedemos a mundos, personas y nos llega, además, mucha información sobre la infancia, sobre cómo educar, sobre qué les hace bien, qué los daña. etc.

  2. Los avances científicos hacen la vida más larga, más cómoda y más impersonal. Cuesta posponer la gratificación, cuesta renunciar y tolerar la frustración. Nos sumergimos fácilmente en el aburrimiento pues presenciamos una “permanente novedad”. Como padres surge la obligación de entretener a los hijos. Así, vemos niños que viven frente a pantallas con padres ausentes buscando cumplir su agenda laboral y sus sueños personales, y que saldan su ausencia a través de satisfacciones inmediatas, generalmente materiales.

  3. Varios movimientos sociales que han modificado dramáticamente las relaciones humanas tanto al exterior de la vida familiar como en la privacidad de los hogares. En esta época, ser padres implica mucha inversión -económica, de tiempo, de esfuerzo, de renuncias, de conocimiento-; antaño, los hijos rápidamente se integraban a la fuerza de trabajo, se hacían cargo de sus padres, se capacitaban en las labores que la familia trabajaba, y en cierto sentido “crecían como flores silvestres”.

  4. El neoliberalismo económico, gracias al cual vivimos una sociedad de consumo: usar y desechar. La velocidad con la que se mueve la sociedad nos transforma en seres consumistas. Se va por la vida con prisa y, cuando algo no sale a pedir de boca, es mucho más sencillo (y se piensa que mejor) desecharlo antes que repararlo. Esto ha llegado hasta al punto que se vive pensando que incluso las personas son objeto de uso, abuso y desecho.

  5. Se ha psicologizado la vida. Hoy en día se ha incrementado la consideración de los sentimientos, la construcción de la identidad como tarea personal y la búsqueda de la igualdad y libertad. Hay más consciencia de mis necesidades, traumas, lo que quiero para mí, lo que no quiero repetir, lo que pido para mis hijos, lo cual genera un miedo a cometer los errores que cometieron nuestros padres y traumar a los hijos.

  6. Hemos pasado de una sociedad jerárquica autoritaria a una sociedad que prioriza la democracia. Esto si bien se refleja en muchos espacios humanos, se deja ver en particular en el seno de la familia: los padres ya no educan a través del “porque yo lo digo”, las decisiones familiares ya no dependen sólo de la figura masculina y la manutención y cuidado del hogar e hijos es preocupación y responsabilidad de mujeres y hombres por igual.

Los padres tenemos la gran tarea de promover el desarrollo de seres humanos autónomos, responsables y dignos, para tener una mejor sociedad.

¿En qué podemos enfocarnos para lograr esto?:

1. En el genuino crecimiento personal de nosotros como padres. Funciona más el ejemplo que lo que decimos.

2. En distinguir nuestro doble rol en la familia: como pareja y como padres. Ambas posiciones implican funciones, necesidades y objetivos diferentes. No es lo mismo ser pareja que ser equipo de padres: no hay duda que el bienestar en un rol influye en el desempeño del otro rol, de ahí la responsabilidad de trabajar en ambos.

3. Reconocer que hoy la familia nuclear tradicional no es la norma. Conocer los distintos modelos familiares y los retos de cada uno en cada etapa de la vida: padres y madres solteros, parejas reconstituidas, parejas casadas, parejas homosexuales, parejas en unión libre, crianza compartida con familia extensa, crianza compartida con amigos.

4. Conocimiento de los hijos en lo personal. Cada hijo e hija son distintos, y cada uno necesita soluciones y manejos adecuados para sus problemas y para sus situaciones particulares. Para lograr esto hay que integrar la idea del cambio constante de cada persona y del ciclo de vida.

5. Sobre-proteger es una falta de respeto. No se trata de ser negligentes y dejar a la deriva necesidades que los hijos no pueden satisfacer, tampoco de forzar y lastimarlos con cargas excesivas. Pero sobreproteger es mandarles el mensaje: “tú no sabes, tú no puedes”.

6. Nunca educar con violencia. Ojo: no todos tenemos la misma vocación de ser papá o mamá, a veces nos damos cuenta cuando ya tenemos a los hijos. Además, hay hijos más complicados que otros. La violencia intrafamiliar y social produce humillación, vergüenza y deseos de venganza, desconfianza de la protección adulta y una personalidad insegura, sumisa que o se someterá o bien someterá a otros.

7. No somos amigos de nuestros hijos, somos sus padres. Debemos aprender a tolerar su malestar con nosotros cuando les ponemos límites. Para eso, como padres, requerimos fuerza emocional. La vida no siempre es “color de rosa” y ellos también deben aprenderlo.

8. Y en el mundo de “usar y tirar” es necesario enseñarles a hacer un consumo responsable con el fin de poder posponer la gratificación, tolerar la frustración y distinguir lo esencial de lo superfluo. Lo que hace bien al alma, requiere el cultivo de la voluntad.

La familia es el primer laboratorio de la vida, de ahí que será un referente de nuestro mapa del mundo. De cualquier modo, infancia no es destino: no nos preocupemos por ser padres perfectos, no existen. Trabajemos por ser padres suficientemente buenos, preparémonos para ello: educar a un hijo implica también educarme a mí mismo. Ser padres es una vocación y una elección.

No olvidemos que no sólo nos debe preocupar qué mundo dejamos a nuestros hijos, sino qué hijos dejamos a nuestro mundo.

 
 
 

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