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PACIENCIA VS IMPACIENCIA: TU SALUD DEPENDE DE QUIEN GANE

  • Tony Guerra
  • 1 jun 2018
  • 4 Min. de lectura

Recientemente he tenido la necesidad de recurrir a la paciencia por varias razones. Principalmente porque sufrí una severa inflamación de mis cuerdas vocales y el especialista me ordenó reposar mi voz y no usar mis cuerdas para nada. Los que me conocen de una manera más personal pueden apreciar la dificultad tan grande que esto generó para mí porque saben cuánto me gusta usar mis cuerdas vocales para muchas cosas. Saben, por ejemplo, que uno de mis pasatiempos favoritos (y un sano “escape” de los problemas que normalmente los psicólogos escuchan de sus pacientes), ha sido la música, más específicamente cantar unas del recuerdo al compás de mi guitarra.

Otro de mis pasatiempos favoritos es actuar y soy parte de una compañía de teatro en mis tiempos libres. También soy una persona a la que le gusta reírse…y reírse bien, es decir, suficientemente fuerte para que toda la cuadra sepa que estoy alegre. Todo esto junto con mis responsabilidades como psicoterapeuta, las charlas con mis pacientes, llamadas telefónicas, etc., etc., hacen de mis cuerdas vocales una herramienta demasiado indispensable para mi día a día. Y ahora el doctor me estaba, no sugiriendo, sino ordenando que no usara mis cuerdas vocales.

Entonces comenzó una lucha interna entre la paciencia y la impaciencia que me ha dejado agotado física, emocional, y mentalmente. Y me puse a reflexionar en que todos nosotros, algunos más a menudo que otros, podemos tener esta lucha interna en diferentes momentos de nuestra vida, o incluso en nuestro día con día. Es una lucha en la que a veces puede ganar la paciencia pero creo que, si somos honestos, es la impaciencia la que se apodera muy fácilmente de nosotros la mayor parte del tiempo.

Como la clásica imagen del angelito y el diablito uno en cada hombro que nos aconsejan cómo actuar en diferentes situaciones, de la misma manera la paciencia y la impaciencia nos hablan al oído en momentos de conflicto y de desesperación. Nuestra salud mental, emocional e incluso física pueden depender de a quién le hagamos caso en esos momentos difíciles. Veamos ¿porqué?

¿QUE PASA SI DEJAMOS QUE LA IMPACIENCIA TOME CONTROL?

Redford Williams, investigador del departamento de Psicología y Neurociencia de la Universidad Duke, en Estados Unidos, está especializado en la relación entre la psicología del comportamiento y su incidencia en la salud. En 1999, el Journal of the American Medical Association, publicó los resultados de la investigación de Redford Williams cuyo eje era la mayor o menor paciencia. Este experto señala que a mayor impaciencia, aumenta el riesgo de padecer problemas de salud como hipertensión arterial y enfermedades cardiovasculares en general.

Las personas propensas a la impaciencia, generalmente, están tensas, lo que eleva el nivel de estrés. El estrés estimula la segregación de hormonas como el cortisol y la adrenalina. “Elevados niveles de estas hormonas, en última instancia, podrían dar lugar a un aumento de peso, de azúcar en sangre y de nuestra presión arterial. Las hormonas del estrés estimulan las plaquetas, haciéndonos más propensos a coágulos en las arterias estrechadas ya por una enfermedad cardiaca, un proceso que puede desembocar en un ataque al corazón. Estas hormonas también hacen que las células de grasa del cuerpo liberen dicha grasa en la sangre”. Sin duda, estas reacciones fisiológicas pueden dañar la salud. Esto se convierte en un círculo vicioso, porque en la medida que se eleva el nivel de cortisol en la sangre provoca en el sujeto más impaciencia, más irritabilidad y más ansiedad.

¿CÓMO PODEMOS SER MAS PACIENTES?

No siempre es suficiente contar hasta diez. “Para aprender a tener más paciencia hemos de ver las situaciones externas como una escuela de aprendizaje, como un entrenamiento”, apunta Assumpció Salat, psicóloga, directora del centro de psicología Ágape y autora de El Desarrollo de la Conciencia (Uno Editorial). La paciencia es un valor humano que supone el cultivo del respeto y aceptación de que las cosas suceden con un ritmo distinto al que se espera o desea. Y no es nada fácil porque como parte de la comprensión de que todo tiene su tiempo; no se pueden acelerar los procesos de la persona y la naturaleza porque si se intenta se está creando de alguna manera u otra tensión y violencia al querer forzar una circunstancia según nuestro criterio.

Para comenzar a desarrollar nuestra paciencia es necesario preguntarnos, ¿Tengo motivos para sentirme impaciente? Por ejemplo, a veces dejamos que la impaciencia tome control de nuestro ser, pero en realidad no tenemos ninguna urgencia de llegar a ningún lado. Entonces, ¿Por qué no usar un poco de paciencia en lugar de perder el control siendo impacientes? Para lograr esto también es oportuno contemplar las consecuencias de la impaciencia (arriba mencionadas).

Cabe mencionar que si se puede incidir en las circunstancias, la impaciencia puede ser un combustible que nos ayude y hay que saber emplearlo. Pero si las circunstancias no se pueden cambiar (un atasco, un hecho traumático), tal vez es más productivo cultivar la paciencia. Aunque sea por salud.

Existe mucha información y mucha ayuda para aprender a ser más pacientes y, por consecuencia, más sanos. Si tú, o alguien que conoces está interesado en aprender más sobre este tema, no dudes en comunicarte conmigo para que charlemos. ¡Cuida tu salud mental!

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